El precio

de enviar a uno

Para un obrero es imposible llegar sin la ayuda de una iglesia enviadora y generalmente para las iglesias enviadoras es muy difícil enviar un obrero sin la ayuda de una base de envío.

Un obrero en el sudeste asiático describe la base de la siguiente forma “En mi proceso de salida, mi iglesia estaba convencida de que yo debía salir, y estaban convencidos de que el enfoque deberían ser los musulmanes no alcanzados, pero solos no tenían la capacidad de enviarme. Fue así que entró la base de envío, que capacitó a mi iglesia, me capacitó a mí y me puso en contacto con Fronteras como base de campo”

Y es que la labor de una base no es sencilla. Una base de envío trabaja con la iglesia local para colocar obreros aprobados con un llamado genuino de Dios en lugares donde aún no hay discípulos. En muchos de estos lugares no existen plataformas de ingreso para los obreros y las iglesias enviadoras tienen recursos muy limitados. Una vez que el obrero está en el campo, la base sigue sirviendo a la iglesia, los enviadores y representando al obrero en el país de origen. La iglesia local envía y la base sirve a la iglesia y al obrero para que éste permanezca a largo plazo y dando fruto. El compromiso entre la base de envío, el obrero y la iglesia ¡es un compromiso de por vida!

Los primeros obreros de Fronteras desde Iberoamérica fueron enviados a principios de los años 90, a través de una pequeña base de envío llamada FEDEMEC, nuestro primer socio de envío en el continente.

Para ese entonces, era casi imposible pensar que obreros latinos, sostenidos con maíz y frijoles, lograran viajar y permanecer en latitudes tan lejanas como Mali e Irak. Y más que imposible, extraño ver grupos de gente en Latinoamérica dedicados a alzar una voz a favor de aquellos sin el mensaje del Reino, grupos establecidos con el nombre de “bases de envío”.

Con el tiempo la voz de auxilio a favor de etnias musulmanas no alcanzadas iba haciéndose más audible en el continente y, el año 1997, se abre la primera base de envío de Fronteras en Bogotá, Colombia. Para este entonces, según Víctor Ibagón, lo más difícil era proponer un modelo diferente de misión.

Actualmente en América Latina, como Fronteras, contamos con siete bases de envío y diferentes bases socias en cinco países. La mayoría de éstas, conformadas por gente que debe dividir su tiempo entre la familia, trabajo fuera de la base, visitas a iglesias, conversaciones con candidatos y hacer contactos con el campo.

La tarea no es fácil “Lo más doloroso es tener períodos largos de no ver salir obreros al campo, es ver la incredulidad, oposición de otros creyentes, gente que se emociona. Ver a otros que se comprometen a ayudar con la base, pero a la hora de la hora te abandonan y no participan” Cinthia Tumlison “El mayor reto es que los pensamientos de los que están en el campo, las agencias de campo y las iglesias enviadoras lleguen a acuerdos” Gaspar Bustamante, Director de la base de envío de Argentina.

Por esto, para la oficina de Fronteras Internacional es una prioridad dar capacidad a las bases de envío en el continente, uno de los roles invisibles y quizá menos comprendidos de la misión. La oficina internacional de Fronteras tiene el compromiso de equipar, acompañar y responder a las necesidades de las bases y socios de envío.

Todos trabajamos para que se cumpla Romanos 15:21: “…Aquellos a quienes nunca les fue anunciado acerca de él, verán; Y los que nunca han oído de él, entenderán…”
Todos pagan un precio de obediencia y un precio de inexperiencia pero en medio de todo hay gozo cuando se ve el fruto. Gozo cuando, como dice Gaspar, “ves gente involucrada para que los obreros permanezcan, gente que da más de lo que puede y que sostiene a los que envían, la perseverancia, y ver en el campo la seguridad de que el que los llamó los sostiene”.